Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA FLORIDA DEL INCA



Comentario

CAPÍTULO X


Guachoya habla mal de Anilco ante el gobernador y Anilco le responde y desafía a singular batalla



Con sus pasiones viejas y nuevas anduvo Guachoya contrastando algunos días por no mostrarlas en público. Mas no pudiendo contenerse de ellas, perdida la paciencia y todo buen comedimiento, dijo al gobernador públicamente, en presencia de muchos capitanes y soldados que con él estaban, y delante del mismo Anilco, muchas palabras que, según las lenguas declararon, decían así:

"Señor, días ha que traigo mucha pesadumbre de ver la demasiada honra que vuestra señoría y estos caballeros, capitanes y soldados hacen a este hombre, porque el honor me parece que se deba dar a cada uno conforme a su estado y según su calidad y cantidad, y de lo uno y de lo otro hay en él poco o nada, porque es pobre, hijo y nieto de padres y abuelos pobres, y de su linaje es lo mismo, que no tiene más calidad que ser criado y vasallo de otro señor como yo, y yo también tengo criados y vasallos que le igualan y hacen ventaja en calidad y hacienda. He dicho esto a vuestra señoría para que vea en quién emplea su favor y crédito, para que de hoy más no dé tanta fe a sus palabras, que venga a redundar en perjuicio ajeno, que, siendo él pobre y no teniendo linaje a que respetar, engañará a vuestra señoría fácilmente si no se recela de él." Esto fue, en suma, lo que el cacique Guachoya dijo; empero el semblante y otras muchas palabras superfluas e injuriosas que habló mostraron bien el odio y la envidia que al capitán Anilco tenía.

El cual, entre tanto que Guachoya hablaba, no hizo semblante alguno de interrumpirle, que fue notado por los españoles; antes, sin hablar palabra ni hacer meneo, le dejó decir todo lo que quiso y, cuando vio que había acabado, se levantó en pie y dijo al gobernador suplicaba a su señoría le hiciese merced de permitir que, pues Guachoya en presencia de su señoría y de tantos capitanes y soldados, sin respeto de ellos, le había maltratado en su honra, le fuese lícito, delante de ellos mismos, volver por ella con verdad y justicia, y lo que así no fuese, holgaría que Guachoya le contradijese, para que se averiguase y sacase en limpio la verdad de lo que en aquel caso había, para que se viese la poca o ninguna razón que Guachoya tenía de haberle maltratado, y que, pues su señoría en paz y en guerra era gobernador, capitán general y juez supremo de todos ellos, no le negase la petición, pues era justa y en cosa de su honra, que él tanto estimaba.

Luis de Moscoso le dijo que hablase lo que bien le estuviese, mas que fuese sin desacatar ni maltratar a Guachoya, porque no se lo consentiría. Y a los intérpretes mandó que declarasen lo que Anilco dijese sin quitarle nada, para ver si decía algún descomedimiento a Guachoya.

Anilco, habiendo hecho una solemnísima veneración al gobernador, dijo que hablaría verdades sin desacatar a nadie, y suplicaba a su señoría le perdonase, que había de ser prolijo. Y, diciendo esto, se volvió a sentar y, enderezando el rostro a Guachoya, le habló el razonamiento siguiente a pedazos, porque los intérpretes lo fuesen declarando como lo iba diciendo:

"Guachoya, sin razón alguna me habéis querido menospreciar y maltratar delante del gobernador y de sus caballeros, debiéndome honrar por lo que vos sabéis y yo delante diré qué he hecho por vos y por vuestro estado. Yo tengo licencia del gobernador para responderos volviendo por mi honra, no me contradigáis lo que con verdad dijese, porque con vuestros propios vasallos y criados lo probaré para mayor vergüenza y confusión vuestra.

"Lo que no fuese verdad, o lo que yo con vanidad o soberbia dijese encarecidamente más de lo justo, holgaré que lo contradigáis, porque deseo que el gobernador y todo su ejército sepa la verdad o falsedad de lo que habéis dicho y vea la sinrazón que para decirlo habéis tenido, por tanto, no me atajéis hasta que haya acabado.

"Decís que soy pobre, y que lo fueron mis padres y abuelos. Decís verdad, que no fueron ricos, mas no tan pobres como vos los hacéis, que siempre tuvieron hacienda propia de que se sustentaron, y yo, con el favor de mi buena ventura, de vuestros despojos y de otros tan grandes señores como vos, he ganado en la guerra muy largamente lo que para sustentar mi casa y familia he menester conforme a la calidad de mi persona, de manera que ya puedo entrar en el número de los ricos que vos tanto estimáis.

"A lo que decís que soy de vil y bajo linaje, bien sabéis que no dijistes verdad, que, aunque mi padre y abuelo no fueron señores de vasallos, lo fue mi bisabuelo, y todos sus antepasados, cuya nobleza hasta mi persona se ha conservado sin haberse estragado en cosa alguna, de suerte que, en cuanto a la calidad y linaje, soy tan bueno como vos y como todos cuantos señores de vasallos sois en toda la comarca.

"Decís que soy vasallo de otro. Decís verdad, que no todos pueden ser señores, porque de los hijos de un señor el mayor se lleva el estado y los demás hermanos quedan por súbditos. Mas también es verdad que mi señor Anilco, ni su padre ni abuelo, ni a mí ni a los míos no nos han tratado como a vasallos sino como a deudos cercanos descendientes de hijo segundo de su casa, de su propia carne y sangre. Y nosotros, como tales, nunca le hemos servido en oficios bajos y serviles, sino en los más preeminentes de su casa. Y en mi particular, sabéis que apenas pasaba yo de los veinte años cuando me eligió por su capitán general, y poco después me nombró por su lugarteniente y gobernador en todo su estado y señorío. De manera que ha veinte años que en la paz y en la guerra soy la segunda persona de Anilco, mi señor. Y, después que soy su capitán general, sabéis que he vencido todas las batallas que contra sus enemigos he dado.

"Particularmente vencí en una batalla a vuestro padre, y después a todos sus capitanes que en veces envió contra mí. Y ahora últimamente, después que heredasteis vuestro estado habrá seis años, juntasteis todo vuestro poder y me fuisteis a buscar sólo por vengaros de mí, y yo salí al encuentro, y di la batalla, y os vencí y prendí en ella a vos y a dos hermanos vuestros y a todos los nobles y ricos de vuestra tierra.

"Entonces, si yo quisiera, pudiera quitaros el estado y tomarlo para mí, pues en todo él no había quien me lo contradijera y la gente común de vuestros vasallos quizá holgaran de ello antes que pesarles; mas no solamente no lo pretendí, ni aun lo imaginé, antes en la prisión os regalé y serví como si fuérades mi señor y no mi prisionero. Y lo mismo hice con vuestros hermanos y vasallos y criados, hasta el menor de ellos. Y en las capitulaciones de vuestra libertad y de los vuestros os fui muy buen tercero, que por mi causa salisteis todos de la prisión, porque, sin hacer mucho caudal de las palabras y promesas que entonces hicisteis, fui vuestro fiador y abonador de ellas porque, cuando las quebrantásedes, como este verano pasado las quebrantasteis, tenía ánimo de volveros a la prisión, como lo haré cuando se hayan ido los españoles, con cuyo favor, no entendiendo ellos vuestro mal pecho, fuisteis a ultrajar el templo y entierro de mi señor Anilco y de sus pasados, y quemarle sus casas y pueblo principal, lo cual os será bien demandado, yo os lo prometo.

"Decís también que la honra y estima que se debe al señor de vasallos no es bien que se dé al que no lo es. Tenéis razón, cuando él merece ser señor. Mas juntamente con esto sabéis vos que muchos súbditos merecen ser señores y muchos señores, aun para ser vasallos y criados de otros, no son buenos. Y, si el estado, que tanto os ensoberbece, no lo hubiérades heredado, no hubiérades sido hombre para ganarlo, y yo, que nací sin él, si hubiera querido, lo he sido para habéroslo quitado. Y porque no es de hombres sino de mujeres reñir de palabra vengamos a las armas, y véase por experiencia cuál de los dos merece por su virtud y esfuerzo ser señor de vasallos.

"Vos y yo entremos solos en una canoa. Por este Río Grande abajo van a vuestra tierra, y por otro, que siete leguas de aquí entra en él, van a la mía. El que más pudiese en el camino, lleve la canoa a su casa. Si me matáredes, habréis vengado como hombre vuestros agravios, pues para vos lo han sido los favores que mi buena ventura me ha dado y la honra y merced que estos caballeros me han hecho y hacen, y también habréis satisfecho a la envidia y malquerencia que contra mí os traen fuera de razón. Y si yo os matare, os enviaré desengañado, que el merecimiento de los hombres no está en ser muy ricos ni en tener muchos vasallos sino en merecerlo por su propia virtud y valentía.

"Esto respondo a las palabras que tan sin razón contra mi honra y linaje dijisteis sin haberos yo ofendido en cosa alguna, si ya no tomáis por ofensa el haber yo servido a mi señor Anilco lealmente y con buena dicha. Mirad si tenéis algo que contradecirme, que yo me ofrezco a la prueba para que estos españoles vean que es verdad lo que he dicho. Y si sois hombre para aceptar el desafío que para en la canoa os hago, decid lo que se os antojare, que en ella me satisfaré de todo lo que mal hubiéredeis hablado."